La domus romana constituye una tipología compleja en sí
misma en lo que se refiere a organización interna espacial, que responde a un
conjunto de necesidades sociales, en contraposición a la tipología griega, en
donde era la necesidad privada la que constituía el germen de la vivienda. Este
hecho queda recogido por diversos autores entre los que destaca Vitrubio, quien
en su libro IV de la Arquitectura habla de este hecho.
La Domus Romana es una tipología fácilmente adaptable las necesidades propias de cada familia,
estableciéndose lugares privados en función de las características de la unidad
familiar, que en general estaba constituida por un matrimonio y sus hijos, y
que podía albergar también otro tipo de parientes así como esclavos,
apareciendo espacios secundarios destinados tanto a tareas de servicio como de
estancia temporal.
En dicha estructura familiar se distinguían con claridad, y
tomaban un mayor rango en la jerarquía interna, los vernaculi, es decir, los hijos del matrimonio nacidos en la domus.
Éstos contaban con estancias propias y no dependían de la caridad del germen
familiar, como ocurría con los parientes. El caso extremo, el de los esclavos, que
contaban con un lugar de trabajo pero no uno de estancia, y que se tiraban al
suelo incluso para dormir.
La costumbre social entorno a la cual casi se organizaba
toda la casa era el acto del banquete, siendo éste un acto en el que el romana
demostraba ante su familia, amigos y el conjunto de la sociedad su nivel dentro
de la misma.

En un principio, en la antigua Roma, se adopta como propia
la tipología de casa etrusca. Esta se caracterizaba por una serie de espacios
articulados entorno a un foco central. Así, la puerta a la calle se abría un
espacio interior, el vestíbulo, desde el cual se accedía al elemento central,
el atrio, que podía estar porticado o no, y con columnas adosadas a las
paredes. Este era el punto central de conjunto de espacios, quedando
organizados, de manera radial el resto de estancias. Así, aparecen los cubicula o dormitorios espacios que
generalmente eran de carácter reducido debido a que, por el carácter público de
la vida romana, la presencia de personas en ellos era casi anecdótica. Uno de
los elementos que solía aparecer en el centro del atrio era el impluvium, un elemento que funcionaba
como alberca y que servía de lugar para recoger el agua de lluvia que caía directamente
desde la cubierta. Frente a la entrada se ubicaban los espacios sociales más
significativos, el tablinum y el triclinium. El primero era el lugar de
recepción, mientras que el segundo era el comedor de la casa. Por último, es
importante destacar otros espacios, entre los que destaca la culina (cocina), punto al cual se
accedía desde el atrio, punto donde también solía ubicarse un pequeño altar. Es
importante destacar, que las domus solían tener un hortus, que era un pequeño huerto propio de cada familia y que
aportaba las hortalizas comunes para el consumo familiar.
La Domus
Compleja de finales de la República
A medida que los territorios romanos se expandían, también
lo hacía su cultura y esto se traducía en una mayor complejidad en el
desarrollo de la tipología de la domus. Al estar en contacto con la antigua
civilización griega, al anexionar sus ciudades, se adoptan nuevas formas de
decorar y de conseguir espacios más ricos. Así, las domus comienzan a ser mucho
más complejas y grandes, debido a la gran cantidad de estancias de servidumbre
que se comienzan a necesitar. Esto, unido a una mayor especificación de los espacios,
ayuda a que la riqueza tipológica aumente, apareciendo nuevas estancias como el
triclinium (estancia para verano), el
oeci (sala de fiestas) o la
exedra. Además, otros espacios que
aparecen esporádicamente en esta domus compleja son la biblioteca, la sala de
tertulia o los baños. Debido a la imposibilidad de ampliar la casa hacia la
calle, se asume que el sentido de crecimiento de la casa debe ser de carácter
longitudinal, en altura, o en caso de las familias con un mayor nivel social y
económico, se podía optar por unir varias casas a forma de ampliación. En este
caso, aparece una estructura porticada de columnas, descansando sobre ellas el
voladizo interior de la cubierta, siendo llamado este conjunto el peristilo.
Esta estructura se dispone en la parte posterior de la vivienda, espacio que
con anterioridad era ocupado por el hortus.
Este lugar se convierte en un nuevo foco de reparto espacial de la casa,
abriendo espacios, entre los que destacan comedores de verano e invierno, salas de reposo, dormitorios, etc. En
caso en el que se queden trazas de jardín en la casa, aparecerán decoraciones
con árboles, plantas y flores, pérgolas, esculturas y fuentes, e incluso en
algunos casos, aparecerá un triclinium
para poder comer al aire libre.


La construcción de
los edificios, tal y como ocurre en la actualidad, comienza con la disposición
de los cimientos, de manera que sean el soporte estable sobre el que poder
desarrollar la tipología de domus. Sobre estos cimientos se edifican muros de
piedra o ladrillo, quedando su interior relleno por el material por excelencia
romano, el hormigón, que por lo general, en las domus era el opus caementiciun. Éste está compuesto por
trozos de piedra, ladrillo y cascajos unidos con mortero líquido. Las
separaciones interiores, es decir, la actual tabiquería, estarían resuelto con
una estructura mucho más ligera. La parte superior, la de cubierta, quedaba
resuelta mediante una estructura de madera sobre la que se disponían piezas
cerámicas en forma de teja. Éstas podían ser de dos tipos: la primera re tipo
rectangular (tegulae) o semicilíndricas (imbrices).
REFERENCIAS
ÁNGULO IÑIGUEZ, Diego (1978): Historia del Arte. Tomo I, RAYCAR, Madrid
SÁNCHEZ, Mª Ángeles (1998): La Casa Urbana Romana y su Ajuar, Museo Arqueológico Nacional, Madrid
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